Este es un blog de la asignatura de Lengua castellana y literatura abierto a la participación exclusiva de los alumnos de 1º de ESO y sus profesores del Colegio Menor Nuestra Señora de Loreto.
Me encontraba navegando junto a mi tripulación (mis amigos y un cocinero llamado Li) por el sur del Océano Atlántico, cuando de repente estalló una tormenta y nos vimos obligados a buscar refugio en la isla más cercana. Fondeamos en una pequeña bahía. Al llegar a la isla encontramos una cueva donde pasar la noche. Al día siguiente decidimos realizar una expedición de reconocimiento. Encontramos la desembocadura de un río y decidimos remontarlo. Una hora más tarde, tras una dura marcha por un terreno muy frondoso, llegamos a una zona despejada donde el río se dividía en dos. Paramos a descansar. Comimos unos frutos morados y grandes como peras, que por cierto estaban muy sabrosos, bebimos agua y discutimos qué íbamos a hacer a continuación. Decidimos hacer dos grupos: Lucas, Sergio y yo seguimos el río hacia el norte, y Manuel, Juan y Rosendo hacia el sur. El grupo que nos dirigimos hacia el norte encontramos una cabaña. Era vieja y estaba hecha trizas. Al entrar nos dimos cuenta de que había pertenecido a otro náufrago. Encontramos armas y un mapa de la isla con la marca de un tesoro cerca de un poste al sur de la isla.
Cogimos las armas y el mapa y regresamos a la cueva. Ya era mediodía y como no regresaban nuestros compañeros, salimos a buscarlos. Remontamos de nuevo el río y nos dirigimos hacia el sur. Después de una larga caminata los encontramos dentro de un foso. Los ayudamos a salir. Estaban magullados y además Rosendo se había roto una pierna. Le sujetamos la pierna con una tabla de madera y decidimos seguir hacia el sur con ayuda del mapa y con mucho cuidado. Se nos hechó encima la noche y la oscuridad era tremenda, así que acampamos. Lucas fue a por leña. Entonces oímos los rugidos de una pantera. -¡Está atacando a Lucas!-exclamó Juan. Nos costó abatirla, pero lo conseguimos. -Menos mal que encontramos las armas en la cabaña. -dijo Manuel. Al día siguiente el reto al que nos teníamos que enfrentar era muy duro. ¡Había una grieta gigante en el camino! -Es mejor que demos un rodeo por la Playa de Viernes y nos dirijamos al poste desde ahí.-dije yo consultando el mapa. -¡Buena idea!-dijeron todos, y fuimos hacia allí. Cruzamos la tranquila Playa de Viernes y nos dirigimos al Poste. Al llegar me coloqué en frente como indicaba el mapa y seguí sus instrucciones: 5 pasos Este, 8 pasos Norte y 2 pasos Oeste. Todos nos pusimos a cavar y de repente ¡Bingo! Había un viejo cofre. No lo abrimos porque todavía no estábamos en sitio seguro. Regresamos rodeando la isla por la Playa de Viernes y la Playa de las Tortugas, pasamos por la cabaña y llegamos a la cueva. Allí nos esperaba Li con un suculento sushi que nos había preparado. Después de haber comido y reparado fuerzas abrimos el cofre y… ¡¡¡Estaba lleno de joyas y oro!!! ¡¡¡Éramos ricos!!! Y así volvimos a casa más ricos de lo que jamás habíamos soñado.
FIN!!!
Madrid, 6 de abril de 2010 Guillermo Pérez Castelló
Se aprende a escribir como se aprende a vivir: haciendo caminos de escritura y vida. Hay en cada ser humano una vocación vital que lo impulsa a conocer, experimentar, interrogarse, sentir y expresarse. Y toda esta actividad, que no termina nunca mientras vivimos, se realiza en el lenguaje. Las palabras nos enseñan el mundo, nos van revelando quiénes somos, qué sentido tiene nuestra existencia, cuál es nuestro lugar en el universo, cómo nos relacionamos con las cosas que nos rodean, al mismo tiempo que constituyen el sistema fundamental de comunicación con otros seres humanos. (Teresa Martín Taffarel, Caminos de escritura)
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Lecturas recomendadas
Poesía española para jóvenes. Selección y prólogo de Ana Pelegrín, Alfaguara Juvenil, 2002
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La Expedición
Me encontraba navegando junto a mi tripulación (mis amigos y un cocinero llamado Li) por el sur del Océano Atlántico, cuando de repente estalló una tormenta y nos vimos obligados a buscar refugio en la isla más cercana. Fondeamos en una pequeña bahía. Al llegar a la isla encontramos una cueva donde pasar la noche.
Al día siguiente decidimos realizar una expedición de reconocimiento. Encontramos la desembocadura de un río y decidimos remontarlo. Una hora más tarde, tras una dura marcha por un terreno muy frondoso, llegamos a una zona despejada donde el río se dividía en dos. Paramos a descansar. Comimos unos frutos morados y grandes como peras, que por cierto estaban muy sabrosos, bebimos agua y discutimos qué íbamos a hacer a continuación.
Decidimos hacer dos grupos: Lucas, Sergio y yo seguimos el río hacia el norte, y Manuel, Juan y Rosendo hacia el sur.
El grupo que nos dirigimos hacia el norte encontramos una cabaña. Era vieja y estaba hecha trizas. Al entrar nos dimos cuenta de que había pertenecido a otro náufrago. Encontramos armas y un mapa de la isla con la marca de un tesoro cerca de un poste al sur de la isla.
Cogimos las armas y el mapa y regresamos a la cueva. Ya era mediodía y como no regresaban nuestros compañeros, salimos a buscarlos.
Remontamos de nuevo el río y nos dirigimos hacia el sur. Después de una larga caminata los encontramos dentro de un foso. Los ayudamos a salir. Estaban magullados y además Rosendo se había roto una pierna. Le sujetamos la pierna con una tabla de madera y decidimos seguir hacia el sur con ayuda del mapa y con mucho cuidado. Se nos hechó encima la noche y la oscuridad era tremenda, así que acampamos. Lucas fue a por leña. Entonces oímos los rugidos de una pantera.
-¡Está atacando a Lucas!-exclamó Juan.
Nos costó abatirla, pero lo conseguimos.
-Menos mal que encontramos las armas en la cabaña. -dijo Manuel.
Al día siguiente el reto al que nos teníamos que enfrentar era muy duro. ¡Había una grieta gigante en el camino!
-Es mejor que demos un rodeo por la Playa de Viernes y nos dirijamos al poste desde ahí.-dije yo consultando el mapa.
-¡Buena idea!-dijeron todos, y fuimos hacia allí.
Cruzamos la tranquila Playa de Viernes y nos dirigimos al Poste. Al llegar me coloqué en frente como indicaba el mapa y seguí sus instrucciones: 5 pasos Este, 8 pasos Norte y 2 pasos Oeste.
Todos nos pusimos a cavar y de repente ¡Bingo! Había un viejo cofre. No lo abrimos porque todavía no estábamos en sitio seguro.
Regresamos rodeando la isla por la Playa de Viernes y la Playa de las Tortugas, pasamos por la cabaña y llegamos a la cueva. Allí nos esperaba Li con un suculento sushi que nos había preparado. Después de haber comido y reparado fuerzas abrimos el cofre y…
¡¡¡Estaba lleno de joyas y oro!!!
¡¡¡Éramos ricos!!!
Y así volvimos a casa más ricos de lo que jamás habíamos soñado.
FIN!!!
Madrid, 6 de abril de 2010
Guillermo Pérez Castelló
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